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El cuidado de sí y la ética del Yoga


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En el Yoga Sūtra de Patañjali, la práctica ética no es un paso preliminar del camino espiritual, sino su fundamento constante.Los yamas —no violencia (ahiṃsā), veracidad (satya), no robo (asteya), moderación (brahmacarya) y desapego (aparigraha)— constituyen el inicio y la respiración continua del Yoga.Sin ellos, la mente permanece agitada; con ellos, se abre la posibilidad del silencio y de la visión clara.

Esta comprensión ética ha sido desarrollada con gran profundidad por la Dra. Raquel Fernández Formoso en su obra Sāṃkhya y Yoga. Una lectura contemporánea (Editorial Kairós, Barcelona, 2023, pp. 85–121).La autora propone una lectura filosófica que entiende el Yoga no como una técnica ascética de renuncia, sino como una práctica ética de cuidado de sí, un proceso constante de autoconocimiento, vigilancia y transformación interior.

“Conocerse a sí mismo no se traduce en un acto de simple reflexión,sino en un proceso de transformación interior.”— Raquel Fernández Formoso

El Yoga enseña que la libertad no surge del aislamiento, sino de la lucidez moral.Practicar los yamas implica purificar la mente de la agresión, la mentira, la codicia, la dispersión y el apego.Cada uno de ellos actúa como un antídoto contra las pasiones que oscurecen la conciencia: ahiṃsā nos recuerda la importancia de no dañar, ni con el cuerpo ni con la palabra; satya alinea la mente con la verdad interior; asteya invita a no tomar lo que no nos pertenece, incluso a nivel sutil —tiempo, energía, atención—; brahmacarya enseña el uso consciente de la energía vital; y aparigraha disuelve el afán de posesión y abre el corazón a la libertad. Lejos de ser mandamientos morales, los yamas son actitudes mentales que purifican la conciencia y preparan el terreno para las etapas más profundas del Yoga: la concentración (dhāraṇā), la meditación (dhyāna) y la absorción (samādhi).

Para la Dra. Fernández Formoso, el Sāṃkhya–Yoga clásico comparte con la filosofía griega un mismo horizonte ético: el del cuidado de sí. Así como en el pensamiento helenístico el filósofo se examina, el yogui también se observa con atención constante. Pero a diferencia del racionalismo occidental, el Yoga no busca conocerse a través del discurso o la argumentación, sino mediante la introspección silenciosa y la experiencia directa de la conciencia pura (puruṣa).Esa experiencia no conduce al aislamiento, sino a una presencia más lúcida en el mundo. El cuidado de sí se convierte también en cuidado del otro: una ética de la no violencia y la compasión. Cada acto, cada palabra, cada respiración puede ser una forma de práctica espiritual si nace desde la lucidez.

El Yoga propone una ética del ser, no del deber. Los yamas no son un código de conducta externo, sino una educación interior de la mente y del corazón. A medida que el practicante observa sus pensamientos y modera sus impulsos, la conciencia se vuelve transparente y la acción, espontáneamente justa. En este sentido, la ética deja de ser un conjunto de normas para convertirse en una manera de habitar el mundo con atención, coherencia y serenidad.

“Los yamas no son el comienzo del Yoga, son su respiración constante.”

El Yoga, entendido como cuidado de sí, no impone un ideal moral rígido, sino que invita a vivir desde la presencia y la claridad interior. Así, la mente se purifica, el yo se vuelve ligero y la vida cotidiana se transforma en un espacio de práctica consciente.


Inspirado en la lectura de Sāṃkhya y Yoga. Una lectura contemporánea de Raquel Fernández Formoso (Editorial Kairós, 2023).

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