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La Aparición de Nārāyaṇa en el Viṣṇu Purāṇa

Al comienzo de un nuevo kalpa —el amanecer de un ciclo cósmico— el universo es descrito como un vasto océano de calma. No hay cielo ni tierra, no hay luz ni oscuridad. Solo el supremo Nārāyaṇa existe, reposando en las aguas primordiales. Su nombre lo dice todo: nara significa “agua” y ayana “reposo” o “morada”; Nārāyaṇa es “aquel que reposa en las aguas”.

Despertando de su noche de sueño, Brahmā, que no es otro que Nārāyaṇa mismo, contempla el vacío y se dispone a re-crear el mundo. Sin embargo, la Tierra yace sumergida en las profundidades. Para restaurar el orden, el Señor adopta la forma de Varāha, el gran jabalí cósmico. La imagen es sobrecogedora: su cuerpo es tan vasto como una montaña, de color oscuro como las hojas del loto, y sus colmillos sostienen la Tierra mientras la eleva desde las aguas.

En ese instante, la diosa Pṛthivī, personificación de la Tierra, lo alaba con palabras de profunda devoción:


“Triunfo a ti, esencia de toda sabiduría, a lo inmutable, a lo imperecedero; triunfo a lo eterno, a la causa y efecto de todas las cosas, al universo entero. Tú eres el sacrificio, la oblación, el místico Oṁkāra, el fuego, los Vedas y todas las ciencias. El sol, las estrellas, los planetas, lo que tiene forma y lo que no la tiene, lo visible y lo invisible… todo eres Tú.”

Esta alabanza es clave: reconoce que Nārāyaṇa no solo es quien rescata a la Tierra, sino que es su origen, su sostén y su destino final.

El Viṣṇu Purāṇa subraya que este acto no es un simple rescate, sino un sacrificio cósmico (yajña). Los sabios que presencian la escena lo ven como la personificación del rito sagrado: sus pies son los Vedas, sus colmillos el poste del sacrificio, su lengua el fuego, su cuerpo entero el salón ritual. Esta visión transforma la escena en una liturgia universal: la restauración del mundo es el primer acto de adoración de la nueva era.

Este relato tiene ecos en otros textos, como el Bhāgavata Purāṇa, donde se añade el episodio de la batalla contra el demonio Hiraṇyākṣa, quien intenta impedir el rescate de la Tierra. Allí, Varāha no solo eleva el mundo sino que derrota al caos en forma demoníaca, reafirmando que la preservación del orden (dharma) requiere, a veces, de la firmeza de la acción divina.

Simbolicamente, las aguas representan el caos o el estado indiferenciado, mientras que Varāha es la fuerza de la conciencia que saca al mundo del abismo. En un nivel personal, este mito nos recuerda que aun en nuestros momentos de confusión o “sumersión”, hay en nosotros un principio que puede elevarnos. La práctica espiritual, el estudio de las escrituras y la meditación son maneras de invocar a Nārāyaṇa en nuestra vida, para que restaure el equilibrio interior.


oṁ namo nārāyaṇāya


"Me inclino ante Nārāyaṇa, el principio supremo que habita en todas partes."



El Señor Viṣṇu reposa sobre un loto que flota en el océano de leche, acompañado por Mā Lakṣmī y protegido por la gran serpiente Śeṣa, que lo resguarda de todo peligro.
El Señor Viṣṇu reposa sobre un loto que flota en el océano de leche, acompañado por Mā Lakṣmī y protegido por la gran serpiente Śeṣa, que lo resguarda de todo peligro.

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